Nuestro trabajo: panes ázimos para la Eucaristía

A imitación de Cristo, que en Nazaret quiso trabajar con sus propias manos, y siguiendo los consejos de Santa Teresa de Jesús: “Trabaje el cuerpo, que es bien procuréis sustentaros ” (C. 8), las carmelitas trabajamos para ganar lo necesario para nuestro sustento, solidarizándonos con los pobres y asociándonos también a la obra redentora de Cristo, a través del trabajo cotidiano.

Además de ser una expresión de pobreza y de servicio mutuo en el amor, pues dice nuestra santa madre Teresa de Jesús “Procurad tomar trabajo por quitarle al prójimo cuando se ofreciere”  (V 3, 12), el trabajo será también una ayuda para mantener nuestro ambiente de oración, trabajando en soledad habitada y en silencio elocuente, es decir, en la presencia de Dios.

Esta comunidad se dedica a la elaboración de obleas para consagrar, siendo el único monasterio de nuestra diócesis de Cádiz y Ceuta que se dedica a este servicio para la celebración eucarística.

El pan es uno de los elementos absolutamente necesarios para el sacrificio de la Eucaristía. Y por tanto, es un trabajo que nuestras hermanas realizan con esmero y devoción, pues se va a transubstanciar en el Cuerpo de Nuestro Señor Jesucristo.

La carta circular de la Congregación para el Culto Divino y Disciplina de los sacramentos sobre el pan y el vino para la Eucaristía, escrita a los obispos en 8 de julio de 2017, recuerda que se trata de un trabajo muy delicado y que para que la consagración sea válida “El pan que se emplea en el santo Sacrificio de la Eucaristía debe ser ázimo, de sólo trigo y hecho recientemente, para que no haya ningún peligro de que se corrompa”, así mismo recuerda que “es claro que las hostias deben ser preparadas por personas que no sólo se distingan por su honestidad, sino que además sean expertas en la elaboración y dispongan de los instrumentos adecuados” (Redemptionis Sacramentum n. 48).

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